1.Alimentar su innata curiosidad
La curiosidad es un impulso básico, un deseo natural que nace con nosotros y nos invita a explorar el mundo.
Celebrá sus preguntas indagatorias y ese repertorio infinito de porqués, diseñá espacios cuidados que resguarden su movimiento libre y apoyá sus intereses, aunque no sean los tuyos.
2. Dar lugar, voz y voto en la familia
Atrás han quedado las mesas familiares en donde los niños, silenciados y obedientes, se mantenían ajenos a las conversaciones, como si carecieran de la capacidad de pensar y opinar sobre el mundo del que forman parte.
Obsequiale a tu hijo/a una escucha atenta y una mirada sostenida. Una escucha activa es mucho más que simplemente oír: es desarrollar un interés genuino en lo que dice, sin interferencias ni distracciones, aun cuando el relato sea simple.
Habilitá la palabra y el derecho a expresar libremente sus opiniones, lo que no significa necesariamente que sean ellos quienes tomen las decisiones en la familia. Significa que su voz es valorada, contemplada y respetada.
3. Demostrar que el amor es incondicional
Un amor eterno, compasivo, paciente en tiempos difíciles, despojado de condiciones, completa y totalmente desinteresado.
Un niño que se siente amado crecerá seguro emocionalmente porque recibirá protección, atención y tendrá la certeza de que, sin importar la adversidad, ese vínculo afectivo todo lo puede.
4. Fomentar su autonomía desde los primeros días
¡Yo solito/a! La adquisición de habilidades funcionales (aprender a vestirse sola/os, cortar con tenedor y cuchillo, lavarse los dientes, colaborar en quehaceres del hogar, etc.) les permitirá desarrollar su sentido de autocompetencia, fortalecer su autoestima, asumir responsabilidades y estar mejor predispuestos para afrontar nuevos retos.Todos ellos aprendizajes para su vida adulta, fundamentales y necesarios que, como familias, debemos saber fomentar, acompañar y celebrar.
5. Acompañar y sostener aunque pese
ACOMPAÑAR aprendizajes es criar sin expectativas desmedidas ni ansiedades adultas que aceleren procesos. Oficiar de guías, de brújulas calibradas que señalen los caminos más acertados, permitiendo también la equivocación.
El desafío diario es acompañar desde el APOYO, no desde la exigencia, no desde la intrusión e intervencionismo.
Claro está que acompañar requiere de entrega e infinita paciencia. Es fácil sostener en las victorias, pero la verdadera fortaleza se hace carne cuando acompañamos en tiempos difíciles, cuando se desandan casilleros y la cuesta se pone empinada.
6. Respetar la rebeldía
En un marco de respeto y tolerancia, aceptá el disenso y aprendé a identificar aquello que se esconde detrás de una expresión de enfado. La mapaternidad es siempre un desafío que comienza a ejercitarse en los primeros berrinches y desbordes emocionales, y continúa con los años ante adolescentes enojados y cuestionadores.
Detrás del bullicio de los reproches, excusas, quejas y arrebatos, existe un silencioso pedido de atención.
7. Educar en y para la diversidad
Que en tu biblioteca infantil no falten las princesas rebeldes que se ensucian en el potrero y el caballero valiente que no teme llorar. Enseñá a tu hijo/a a ver el mundo con ojos gentiles, desde diferentes ángulos y perspectivas, con tolerancia y flexibilidad para aceptar las diferencias.
8. Dejar que se equivoquen
Permitir el error es saludable y un ejercicio imprescindible para la vida. Siempre he pensado que, como mamá, mi principal misión no es limpiar las piedras de su camino sino enseñar a mi hija a esquivarlas con criterio y astucia. Somos orientadores y porristas motivadores que los animan a volver a intentar, a tolerar la frustración para que el tropiezo nunca signifique una derrota.
9. Criar en igualdad y libertad
No eduques niños dóciles, disciplinados y homogeneizados, que reproduzcan mandatos sin siquiera haber tenido la posibilidad o las herramientas para decidir con cierto margen de libertad. Criá en libertad para que no sientan vergüenza por los colores que eligen vestir, los juegos que les divierten o a quienes, el día de mañana, decidan amar.
Construir una cultura de igualdad y respeto es un trabajo arduo que comienza en casa.
10. Obrar con el ejemplo
Madres y padres empoderados crían hijos/as empoderados. A diario me convenzo de que somos lo que hemos mamado desde que comenzamos a transitar este mundo, desde el nido. Somos las caricias que recibimos, las palabras de aliento al oído, los límites proporcionados y justos, el respeto amoroso y los abrazos cálidos.
Día tras día, me esfuerzo por obsequiarle a mi hija una infancia memorable, experiencias positivas que calen hondo y la encausen. Pero también me concentro en saciar mis propias necesidades y librar mis batallas. Quiero que vea en mí un ejemplo de fortaleza y perseverancia y que, en ese propio trabajo de empoderamiento personal, halle inspiración.